Señor Cáncer

Crónicas del cáncer - Capítulo VII

Por Gladys Cavero, Content Specialist de PEOPL.

Ciudad de México, Septiembre 13 del 2024.

En la comunidad de PEOPL, nuestra misión es brindar apoyo y conocimiento a través de información y también historias que nos llevan a la reflexión.

Nos alegra presentarles el tercer capítulo de “Crónicas del Cáncer“.

Si te perdiste de los primeros capítulos, puedes leerlos en los siguientes links:

Soltar la naranja

Crónicas de Cáncer / Capítulo VII

«A veces es necesario perder la vista, para abrir los ojos»

Ensayo sobre la Ceguera

— José Saramago

Estimado Señor Cáncer, en esta ausencia de letras han sucedido cosas que usted debe saber, permítame platicarle.

Hace no mucho escuché a Marina Mamoliti narrar sobre el desapego. El relato evoca la manera de atrapar monos en Indonesia: los cazadores colocan una caja con una naranja, y en la caja hay un hueco justo para que quepa la mano y el brazo del animalito. La mano entra, pero no puede salir con la naranja. Si el mono desea librarse de los tramperos o asumir las consecuencias, deberá soltar la naranja.

Desde el diagnóstico inicial sobre la presencia del Señor Cáncer en mi rostro, escuché por primera vez el término “soltar” de la compañera Yesica Sánchez. Un par de días antes de la extirpación me lanzó la frase: “suelta el ojo”, evocando las palabras que días antes el oncólogo sentenció: es tu ojo o es la vida.

Como es costumbre de este escribano y fiel a mis hábitos en la época de lluvias, realicé un viaje con los pequeños que brotan (como les llamaba María Sabina) y obtuve dos mensajes poderosos: “termina lo que empezaste” y “cierra ciclos”; esta es la segunda llamada.

La larga ruta para aceptar la pérdida ha sido agotadora. Mi ojo derecho, arrancado por la enfermedad, no es solo una pérdida física, sino también un símbolo de tenacidad. Recuerdo el día en que el diagnóstico se convirtió en una realidad ineludible. Las palabras del médico resonaron en mi mente como un eco persistente: Cáncer.

Lloré por las imágenes que ya no vería, por los colores que se desvanecían en la penumbra. Pero también lloré por la fuerza que estaba a punto de descubrir dentro de mí. El bisturí trazó su camino, y mi ojo fue retirado como un sacrificio necesario. Desperté con una venda sobre la cuenca vacía.

Estoy aprendiendo a percibir el mundo desde un solo punto de vista, a juzgar las distancias sin la ayuda de la percepción binocular. La gente me mira con curiosidad, y siento su compasión. Algunos evitaban mi mirada, incómodos ante la evidencia de mi lucha. Pero otros se acercaban con palabras de aliento y admiración.

Descubrí que mi cicatriz no era solo mía; era un testimonio compartido de coraje y resistencia. Me dijeron: “se irá lo que se tenga que ir”.

Ha llegado el momento de soltar mis naranjas.

Señor Cáncer, he pagado la cuota, por favor, no regrese.

Sobre el autor, :

Es teólogo, radialista de banqueta, cronista urbano, autor de las llamadas Crónicas Pachecas, Crónicas de la Pandemia y ahora por su condición de paciente oncológico autor también de las Crónicas del Cáncer, se dice creyente de Dios y el Chamuco, fan de los ovnis, de la literatura mamila y los tacos de suadero. Las malas lenguas dicen que fue a la escuela, pero lo niega rotundamente.